
XXI
Yo te convoco
al espasmo de las flores
al silbido de los grillos
en las grutas secretas de las zanjas;
al agua mansa, te convoco,
al agua irritada, a la pasión del agua,
al beso balsámico del agua
te convoco.
Te convoco al silencio
de la tierra entre los dedos,
sobre todo al silencio del alma
de la tierra, tensa bajo el cielo.
Yo te convoco a mirar de frente
la pupila del fuego:
cada día, cada tarde
saciarnos con su incendio.
Te convoco a darle a la brizna
altura de roble y al roble,
su gracia de brizna.
Te convoco al lenguaje insepulto
de una belleza herida de muerte.
Te convoco a la unión del círculo
al gesto puro trascendente
al abrazo de leche y miel
al susurro de oro
al renacimiento perenne.
Te convoco a brillar
con luz de naturaleza nueva;
puro azul, puro verde
puro azul, puro verde
vertical desde el vientre.
Te convoco a no morir.
Te convoco a no morir.
A la vida, yo te convoco.